lunes, septiembre 17, 2007

Amor Adolescente: Capítulo 18 - Habitación 42

Amor Adolescente: Capítulo 18 - Habitación 42

Por David Pedreira


Resumen del capítulo anterior: Volviendo a utilizar un recurso literario del que soy fan, Karina tiene un sueño en forma de flashback, o un flashback en forma de sueño, no estoy seguro. Lo que sí sé es que el siguiente capítulo les va a volar la peluca. A menos que tenga que explicarlo, lo que haría que toda esta introducción sea completamente innecesaria y estúpida. Como mis updates. Gracias, ¿eh?.

"- Habitación 42 - Leía el cartel pequeño debajo de la ventana en la puerta. Yo no sé si estaba listo para poder cruzar el umbral que me separaba de la verdad. Tengo demasiado miedo de afrontar la consecuencia de mi decisión, de mi elección. Yo sabía que del otro lado se encontraba la persona a la que todas mis decisiones de los últimos años han afectado gravemente, de una manera u otra. Karma cósmico algunos dirían, yo digo mala suerte. No es que la odie, de hecho, sé que dentro mío la sigo amando como ese primer día, pero hemos pasado por tanto que honestamente ya no sé qué pensar. Además, mi cabeza está en otro lado en este momento.
Junté fuerzas, recurrí al valor humano y entregué mi alma al Ser Poderoso allá arriba, pero no pude abrir la puerta. No, no debo abrir la puerta. Pero sigo mirando el número fijamente, como esperando una respuesta o una palabra de aliento del mismo.

- ¿Puedo ayudarlo, señor? - Sonó una voz detrás mío. Era una enfermera que estaba de guardia. Alta, esbelta, joven, seguramente sin experiencia. Y afuera sonó un largo trueno, la tormenta del fin del mundo había comenzado.
- No, no se preocupe, yo.. yo ya me iba - Contesté con una voz demasiado insegura, y apenas terminé de pronunciar esta frase, me sentí culpable de mi cobardía, de mi falta de valor para afrontar mis problemas.

Comencé a caminar hacia el final del pasillo y eventualmente hacia la salida, cuando otra voz, esta vez masculina, llama mi atención.

- ¿Qué hacés acá? - Noté inmediatamente la bronca y el rencor en su tono, su cuerpo irradiaba odio. Me di vuelta para verlo y era Ezequiel. Los años habían hecho mella en el, ya no tenía el pelo corto y arreglado, ahora podría ser confundido por un tipo cualquiera. Su remera estaba desaliñeada, parecía que no había dormido en varios días, y tenía una barba que seguramente le molesta.
- Traté de verla, pero no pude.
- Te pregunté, ¿qué hacés acá?
- Mirá, yo no quiero volver a empezar otra pelea como la otra vez en el bar...
- Ella no te va a perdonar - Y ahí tocó una fibra sensible. Parte de mi alma se quebró en miles de pedazos al escuchar esa verdad que yo ya sabía de antemano, que trataba de ocultarme. La negación puede ser un arma muy poderosa en una mente lo suficientemente débil.
- Yo... sólo quería saber cómo estaba, eso es todo.
- Andate, y no vuelvas por acá. O te mato. - Nunca lo había visto tan seguro de lo que decía. Un hombre guíado por la furia y el amor sin duda puede llegar a ser un hombre peligroso.


Me di la media vuelta y me dirigí hacia la salida. La lluvia inundaba las calles, las personas corriendo de un lado al otro aún a esta hora de la noche, y yo sin paraguas. Este día realmente no puede ser mejor. Pero comienzo a caminar lentamente en medio de la lluvia. Pienso en los hechos de las últimas semanas, en ella estando en la habitación 42 allá arriba, en estado de coma, totalmente ajena a lo que pasa afuera. La ironía no dejaba de sorprenderme.

Recordé con cariño y nostalgia aquellos veranos en lo que el grupo estaba unido, antes de que comenzara esta espiral descendiente de situaciones y termináramos así como estamos ahora. Recuerdo el último año de la secundaria, hermoso como pocos. Recuerdo el verano anterior a ese año, con el intento de suicido de Mariana y la presencia de Sebastián. Recuerdo a Ludmila y su forma de vestir. Carajo, ¿por qué todo está tan lejos ahora?.

Doblo una cuadra y me adentro por una calle oscura. No es lo mejor en este barrio, de hecho, ni siquiera de día la gente se atreve a cruzar por acá. Pero hoy me siento kamikaze, me siento rebelde, así que jugaré con mi Destino. Lamentablemente para mi, el Destino tiene una mejor mano en la partida de póquer que es la Vida. Cuando llego a la mitad de la cuadra, una banda de adolescentes salen de ninguna parte. El olor a alcohol y marihuana era tan profundo que hasta producía asco. Mi mejor opción era seguirles el juego.

- Lo haré simple - dijo el que parecía ser el jefe de la bandita - me das el dinero o morís. - Y ahí mostró un pequeño revólver. Probablemente no sirva en un tiroteo, pero sirve para este trabajo.
- No tengo plata, no tengo nada.
- ¿No tenés? Muchachos, todo suyo.

Los jóvenes me golpearon y me arrastraron hacia una pared. Traté de combatirlos un poco, pero la vista del revólver me hizo dudar bastante. Permití que ellos me despojaran de la ropa que traía, dejándome en simples boxers en medio de la lluvia. El jefe se posicionó adelante mío y me apuntó a la cabeza.

- Matame. Ya no me importa. - Y lo decía en serio. Ezequiel tenía razón, ella no me iba a perdonar nunca.
- No te queremos matar, danos todo lo que tenés, aunque sean las llaves de tu casa.
- Ya tenés todo lo que tengo. Eso es todo. No tengo más.

Es gracioso. Yo siempre de joven, tirado en mi cama en esas noches de insomnio, me pregunté cómo sería mi muerte. Siempre la imaginé de viejo, a los 70 años, rodeado de nietos hermosos y jóvenes, con una esposa a la que amé durante muchos años y yo ya vencido por la edad. Siempre me pregunté qué sería lo último que se me cruzaría por la mente el día que me muriera. No esperaba tener que averiguarlo antes de cumplir los 35 años. Gracioso no es la situación, es casi irónica.
Yo casi arrodillado enfrente de un hombre dispuesto a dispararme, un hombre al que no le importa nada o que ya no tiene nada que perder, y yo no puedo hacer más que sonreir. Y yo que pensé que este día no podía ponerse peor. Mierda que el Destino te jode siempre que puede. Me hubiera gustado poder disfrutar más mi vida, hacer cosas que la edad o el entorno me pedían. Pero por sobre todas las cosas me hubiera gustado haber pasado más tiempo con ella.

Todo pasa en unos segundos, lentos como aquellos segundos en los cuales la besaba. Siento el "click" del gatillo y puedo sentir en la piel el ruido de la bala saliendo del cañón. ¿Conocen ese famoso cliché de "La vida te pasa delante de los ojos antes de morir"? Bueno, déjenme decirles que es cierto. Hay muchas imágenes, algunas que no sabía que existían. Ahí van mis viejos, Karina, Mariana, Ludmila, Ezequiel, la secundaria, y muchas otras escenas más. Pero todo se detiene en una sola imagen: Ella. Como diría ese viejo dicho "Siempre es sobre una chica".
Lo que sí es gracioso de este momento es que en el último segundo de mi vida, pienso en ella. No puedo dejar de sonreir, y de tener tiempo, largaría una carcajada de lo irónica que es la vida. Dios, esperaba tener más tiempo. Al parecer llegó mi hora.


Siento el calor de la bala, y ya luego no siento nada más. Paz, algunos dirán. Yo digo que al fin encontré lo que buscaba. Me siento completo, único, eterno. Y no es porque estoy en el Más Allá, sino porque cuando uno cruza el Umbral Divino, uno se encuentra viviendo de vuelta los momentos más hermosos de su vida. Y estoy con ella, ahora por toda una Eternidad. Qué gracioso, ¿verdad?.



En algún lugar cercano, Ezequiel sonríe. Se acaba de sacar un peso de encima. Gracias Destino.



Fin del capítulo 18"



Nos vemos
Eric


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