viernes, abril 11, 2008

Amor Adolescente: Capítulo 20 - El Diario

Resumen del capítulo anterior: Ale y Kari tienen sexo. Estoy seguro que ustedes lo esperaban con muchas ansias esa escena. Eze cae a la fiesta con una invitada. Y espero que aprecien este capítulo, que si bien no será groso ni nada especial, usa un recurso que me encanta. Lost, te amo.


"Honestamente, no sé cómo llegué acá. Es decir, en un momento estaba en mi casa lo más tranquila cuando de pronto me levanto en una habitación de hospital, con un montón de cables y cosas saliendo de mi cuerpo. Imaginate lo que es despertarte después de andá a saber cuánto tiempo dormida o lo que sea que haya pasado. Tratemos de recapitular, de recordar. Sé que estaba en casa. Sé que había tenido una discusión fuerte poco antes de todo esto. Sé que me sentía una mierda. Sé que pensé matarme. Y no puedo recordar más. Trato, trato, pero la cabeza me estalla. No sé qué carajo pasó entre ese tiempo y ahora. Ni siquiera sé cuánto tiempo pasó.

Entra un doctor muy amable a mi habitación. Se presenta como el Dr. Rabinovich. Ese nombre me suena conocido pero no sé exactamente de dónde. Quizás sea alguno de los amigos de papá. Sí, seguro que por ahí lo habré escuchado, en alguna cena familiar, o algo así. No recuerdo mucho de lo que pasó antes de que todo se pusiera negro.

- ¿Recordás qué pasó?
- No, la verdad no sé qué pasó. Estaba en casa, eso es todo lo que sé. Y luego, todo negro. - Le dije con toda la sinceridad que podía esgrimir en mi situación.
- ¿Te duele algo?
- Bueno, un poco donde están las agujas... - Tenía una intravenosa conectada hace quién sabe cuánto tiempo - y algo las muñecas. ¿Qué pasó?.
- Ehm... - Dudó un segundo, tratando de ver cómo decirlo. Prefirió mentirme. - No puedo decirtelo todavía. Tus padres me lo pidieron.
- ¿Qué pasó, Doctor? No me importa si esos dos boludos le dijeron eso, quiero saber qué pasó.
- Lo que pasó es qu- Fue interrumpido por su celular. Lo leyó y me dijo: - Me tengo que ir. Luego pasaré a hablar y explicarte.

Odio cuando la gente me trata como una pelotuda. Tengo 18 años, la puta madre. Cómo puede ser que me tomen como una pendeja cuando claramente no lo soy. Pero no sirve de nada enojarme ahora, de hecho, es al pedo. Si les llego a decir algo a mis viejos, me van a silenciar con esas mierdas de "Nosotros sabemos lo que es mejor para vos". Prometo si algún día tengo un hijo, no le voy a decir eso.
Miro a mi alrededor y examino la habitación donde estoy. No es muy grande, ni muy chica. Hay un pequeño baño, una ventana que da a un patio interno del hospital, un televisor (que ahora está apagado) y bueno, la bomba que me suministra suero conectado a mis venas en el lado izquierdo de la cama. Hay algunas bolsas de caramelos y galletitas en una mesa cercana. Dos o tres revistas. Eso quiere decir que alguien me acompañó. Me pregunto si será ese chico... No, no creo, no suele darme tanta pelota. Dudo que se haya enterado siquiera. Lo que no veo es mi celular cerca, y me sorprende. No suelo despegarme de el. Me pregunto donde estará, o quién lo tendrá.

Entra una enfermera. Intento acribillarla con preguntas, pero no me dice nada. Lo único que le pregunto y que logra una reacción en su persona es de dónde provenía ese olor a quemado constante. Ella me miró con ojos brillosos, se excusó y se fue rápidamente. Ahora quiero saber qué carajo me está pasando.
Pero de pronto, como un tsunami instantáneo, mis piernas pierden su fuerza. No puedo controlar mi brazo y rápidamente la imagen se me hace negra. Mi cabeza golpea la almohada, y eso es lo último que siento.

Desperté, andá a saber cuántas horas más pasaron. Sigo en la misma puta habitación sin nadie a mi alrededor. Comienza a molestarme mucho este nivel de secretos. Pero antes de que comience a gritar y a lanzar cosas a la puerta para pedir ayuda, veo que hay un sobre en mi mesa de luz. Lo tomo y con muchísima curiosidad lo doy vuelta. Estaba dirigido a mi padre. Eso significa que el boludo lo dejó acá cuando me vino a visitar, si es que vino. Lo dudo. Últimamente creo que él no es mi padre. No tengo pruebas fehacientes para sostener mi teoría, pero es algo que siento yo por dentro. Creo que debe ser más bien por la horrible relación que tenemos ahora. No puede ser que estemos discutiendo a cada rato. Continuamente peleando, parecemos más perro y gato que padre e hija.

Entró el doctor y mis padres. Ahí estaban, con ojos tristes y mirandome con lástima. El doctor tampoco era la representación exacta de lo que se puede llamar alegría. Venía con la cabeza cabizbaja. Esa imagen me asustó más, porque yo sé que mis padres suelen exagerar. Para ellos, cortarte mal una uña es una amputación. Pero que un doctor esté mal, es signo de que estás jodida.

- ¿Qué pasó? - Pregunté sin vueltas ni secretos.
- Estuvimos haciendote unos estudios todo el tiempo que pasaste acá y no son buenos. - Me contestó el doctor. Mamá lloró muy fuerte.
- ¿Hace cuánto estoy acá? ¿Y a qué se refiere con que "no son buenos"?
- Estás acá hace dos semanas. Te desmayaste y entraste en coma en tu casa. Te trajeron de emergencia, y te internamos acá. Los estudios que te hicimos eran para descartar varias cosas, pero hay una que no pudimos descartar.
- ¿Cuál es? - Pregunté. Y sentí mucho miedo, realmente mucho miedo. Pocas veces en mi vida he sentido tanto miedo, y se los dice alguien que acompañó a su tío en el lecho de muerte. Me gustaría saber qué sintió mi tío cuando le dijeron que iba a morir. Me gusta pensar que sintió en cierta manera, tristeza y alegría. Tristeza porque se iba de este mundo tan joven, y alegría porque no tendría que sufrir más. Sus últimos días fueron penosos, muy penosos.
El doctor tomó su tiempo. Miró a mi padre, éste asintió como dándole permiso para proseguir, y volvió su mirada a mi. Ninguno de mis padres me miraba a los ojos ahora, Mamá lloraba a cántaros y Papá trataba de consolarla. Oh, Dios mío, ¿qué carajo tengo? ¿Qué es lo que los tiene tan así?
- Bueno, con los estudios llegamos a la conclusión de que tenés cáncer cerebral. Y no podemos operarlo. Lamentablemente, es mortal. No sabemos con exactitud cuánto tiempo te queda, si meses o años. Hasta podría quizás nunca empeorar y nunca te enterarías. Pero creeme, Cinthia, que haremos todo lo posible para ayudarte.


No quise leer más de mi diario. Recordaba todo con demasiada exactitud, y mi memoria rellenó los espacios que no pude transmitir por escrito. Esto fue hace ya 6 meses. Cómo pasa el tiempo. Todavía me duelen las muñecas por habermelas quebrado al desmayarme. Mi cáncer logra esas cosas locas.
Adelanto un par de páginas y veo lo que acabo de escribir hace minutos:

Hoy Eze me pidió que lo acompañara a la casa de un amigo de el. No tengo nada mejor que hacer. Además, andá a saber, capaz conozco a alguien lindo.

Creo que es hora de ir vistiéndome."

FIN DEL CAPITULO 20


Nos vemos
Fidel Castro

0 Opinaron sobre el tema: